Apartamentos els Romers. Nuestros orígenes.

Apartamentos els Romers. Nuestros orígenes.

Todo proyecto tiene una historia, un relato que une el pasado con el presente, que mantiene vivos la idea primigenia y sus valores , a pesar de las sucesivas adaptaciones que son necesarias en cada momento del proceso para sobrevivir y avanzar.

Nuestra historia comienza, para ser justos, cuando nuestro abuelo Joaquín, trabajador del campo por cuenta ajena , inicia la compra de estas fincas allá por 1920. Momento en el que los terratenientes venden sus propiedades a la orilla del mar para comprar donde el “gregal” cargado de salitre no llegara y no estropeara las verduras.

Y allí construyó la noria, una balsa y una caseta de cubierta plana(ahora desaparecidas), para cobijarse, él y la familia, en las largas temporadas de verano, dedicados al cultivo de las alcachofas, patatas, lechugas, tomates, judías, coles, sandías, melones, y un extenso etcétera, que llenaban su carro para ir a vender por los pueblos de la comarca hasta Tortosa o Morella.

Y pasaron los años, los duros años de la Guerra civil y la posguerra, hasta que aparecieron los turistas que lentamente se apoderaban de nuestras playas y ciudades en los meses de verano. Y  se rodaba “El Cid” y venían estrellas de Hollywood a Peñíscola, y aquel incipiente movimiento económico  ganaba en importancia a los ojos de nuestros vecinos.

Nuestros padres, José y Carmen, labradores que habían seguido la estela del abuelo Joaquín, se dieron cuenta también del beneficio que significaba la industria del turismo, y donde el abuelo había construido unos corrales para animales domésticos, se levantaron dos preciosos y amplios chalets en planta baja, con sus garajes adosados y un pequeño jardín a la entrada. Un par de olivos frondosos guarecían los coches del sol.

El trabajo en el campo se solapaba con la atención a los primeros turistas, españoles y franceses, que nos visitaban. Era realmente pintoresco, tan pronto regaban las verduras como acudían al mantenimiento de la instalación. Compaginaban las labores del campo con la gestión, con la limpieza, con el lavado de la ropa de los dos apartamentos. Y nuestros huéspedes agradecían la autenticidad de José y Carmen, que no sabían francés pero se comunicaban perfectamente, que rebosaban amabilidad y frescura, que les ofrecían una sandía o unos tomates recién cosechados a los turistas, imposible encontrar un detalle mejor de cordialidad y aceptación.

Y la semilla creció.

Al final de los ochenta el turismo era una realidad y el boom urbanístico se afanaba a proporcionar alojamientos a tantos visitantes. Las ofertas llamaban a nuestra puerta y tomamos una decisión: no vender la finca e iniciar nuestro propio proyecto, sin prisas, consolidando cada paso que fuéramos a dar. En 1989 iniciamos nuestra andadura con un proyecto de catorce apartamentos y la piscina, a los que siguieron otros catorce y la piscina cubierta.

       

Et voilà. Lo que empezó siendo un incipiente negocio se ha convertido en una empresa que se afana en ofrecer mejores servicios y mayor calidad a cientos viajeros y turistas durante todo el año.